EL PODER SANADOR DE LOS SUEÑOS REALIZADOS



            Cuando ponemos nuestra mirada en un sueño, más allá de las meras necesidades de un ego desempoderado, nos parece una lejana estrella en el inmenso firmamento. Lo sentimos muy cerca, lógico pues vive e n nuestro corazón, y a la vez inalcanzable, esta última sensación es porque aún no lo hemos descendido a nuestra mente, a nuestro plano de realización. Para “descender un sueño" es necesario antes prepararle una pista de aterrizaje en nuestra mente, ello conlleva superar unas cuantas creencias limitantes sobre la vida y sobre nosotros mismos, es el primer regalo que nos da un sueño: nos amplia la idea de vida. Este “ensanchamiento” puede traer grandes sorpresas como curarse de una enfermedad diagnosticada de “terminal”. Eso le ocurrió a Randolph Westphal cuando decidió colocar su vida por delante del diagnóstico recibido y poner en marcha su gran sueño: recorrer el mundo en bicicleta. Se percató de que no le estaba enviando mensajes positivos a su cuerpo, para resolver este problema decidió que la mejor forma de que su cuerpo los recibiera era procurar ser feliz y … ¡ qué puede haber que haga más feliz que cumplir un viejo sueño ¡
            Randolph vendió todas sus cosas, cogió a sus dos perros y empezó a recorrer el camino que su corazón  le desvelaba. Sentía una enorme sensación de libertad, en sus propias palabras: “yo dominaba mi vida. Mi cuerpo ya no recibía malos mensajes”.
     Ya han pasado 24 años desde que empezó su gran aventura, el cáncer no pudo con él. Ahora, cuando llega a una ciudad busca a los medios de comunicación, para explicar el poder sanador que tiene el llevar la vida que realmente anhela tu corazón y no la que ha sido programada en la mente.
            Los sueños no sólo nos dan alegría, sino que nos ponen en contacto con nuestra propia sabiduría interior, incluso la que sabe cómo curarnos de cualquier cosa. Ir más allá de un diagnostico que te “vaticina” la muerte requiere de algo más que razonamientos, implica un cambio de rumbo. La dirección que marca un sueño cuenta con el poder y la sabiduría de nuestro corazón, algo que está más allá de cualquier medicina; darse cuenta de esto implica nada menos que el sentirnos el capitán de nuestra vida. Una sensación que vive Randolph, pero dejemos que sea el mismo quien nos la explique:

Entrevista en “La Contra” de “La Vanguardia” realizada por Víctor M. Amela el  28 de julio del 2012

Randolph Westphal, que ha dado cinco vueltas al mundo en bicicleta

   Tengo 54 años. Nací en Frankfurt (Alemania) y vivo pedaleando por el mundo desde hace 24 años. Fui técnico informático. Tuve cáncer y los médicos me daban por muerto. Soy soltero y vivo con dos perros, Nanuk y Chinuk. Soy socialista. Creo en Dios, no en las iglesias



¡Llamativa bicicleta!
Cargo tienda de campaña, ropa, cubiertos, lo básico... Ah, y un carrito para mis dos perros esquimales.

¿De dónde viene usted?
De Alemania, Suiza, Italia... y me dirigía a Grecia, pero los alemanes no somos bien vistos allí y me he desviado a Barcelona.

¿Y adónde irá después?
Zaragoza, Burgos, Pamplona, París, Moscú.

¡Toma!
Vivo pedaleando por el ancho mundo.

¿Desde cuándo?
Desde hace 24 años. ¡Ya llevo 197.700 kilómetros pedaleados!

¿A santo de qué?
¡Me lo pide el cuerpo! Hacer esto me hace feliz. Siempre lo soñé. Y, haciéndolo, aprovecho para dar ánimos con mi ejemplo.

¿Dar ánimos a quién?
A enfermos de cáncer. Yo padecí un melanoma maligno, me dijeron que moriría. A los 28 años me diagnosticaron un melanoma en el costado y me operaron, mire, mire...

¡Uf, menudo costurón!
Estaba todo por dentro. Me operaron rápido, pero células malignas se habían extendido al sistema linfático. El médico me dijo que viviría de seis meses a seis años.

¿Cómo reaccionó usted?
Rompí a llorar. ¿Por qué me pasaba esto a mí, si ni fumaba, ni bebía, jugaba al fútbol y al tenis, comía bien y me cuidaba mucho?

Ya.
Tras la conmoción, revisé mi vida y fui consciente de que estaba dándome mala vida.

¿En qué sentido?
Hacía a disgusto mi trabajo de técnico informático, vivía estresado, con un estrés negativo, nada creativo ni gratificante: ¡mi cuerpo recibía negatividad día tras día!

¿Y cree que eso influyó en su cáncer?
Llegué a ese convencimiento. Los médicos me lo negaban. ¡Hoy ya no lo niegan tanto!

¿Y qué hizo usted?
Acepté íntimamente que mi cáncer iba conmigo, que yo era yo con mi cáncer, y me relajé: ¡aquí estábamos los dos, juntos y vivos!

Pero con sentencia de muerte...
La incumplí: decidí que viviría cada minuto, que enviaría mensajes positivos a mi cuerpo día a día, sin pensar en morir. Y para eso tenía que hacer cosas que me gustasen.

¿Ir en bicicleta?
¡Sí! Me largué a los Alpes suizos con mi bicicleta y mi perro: rodé 3.500 kilómetros durante siete semanas. ¡Fue fabuloso! Y seguí haciendo lo que me apetecía, seguí... Y entendí que eso era vivir. Y así pasó un año.

¿Qué decían sus médicos?
Tuve que someterme durante meses a pequeñas cirugías, pero ya dominaba mi vida. Mi cuerpo ya no recibía malos mensajes... Y yo ya había aprendido qué debía hacer.

¿Qué?
Vendí todas mis cosas en Alemania, me subí a la bicicleta y, con mis dos perros, empecé a recorrer el mundo. Empecé por Canadá, en invierno. ¡Me gusta mucho el frío!
  
¿Y eso?
Mis perros tiran de mí en la nieve dura. Me encantan los espacios abiertos, la naturaleza salvaje. Eso sí, cuando llego a una ciudad, me acerco a los medios de comunicación.

¿Para qué?
En Canadá conté mi historia, la leyó un médico y me localizó y me rogó que hablase con sus pacientes. "¿Y qué les digo?", pregunté. "Lo que haces", contestó. "¡Vivir!", le dije: "Me gusta vivir". "¡Pues cuenta eso!".

¿Y lo contó?
Ante pacientes de cáncer y periodistas. Acabaron llorando. Entendí que mi experiencia podía ayudar a otros..., y eso hago.

¿Qué le dice a un paciente por cáncer?
Siéntete libre en tu mente. Haz lo que sueñes, haz lo que quieras. ¿¡Qué importa una enfermedad si tú estás bien!? Las mujeres suelen ser más fuertes que los hombres...

¿Y qué les diría a los familiares?
Me ha beneficiado no tener familia, que solloza a tu lado haciéndote sentir que vas a palmarla... ¡La conmiseración no ayuda nada!

¿Y en quién se apoya?
En mi cabeza, mi corazón y mis perros. Les doy cariño y me lo devuelven multiplicado.

¿Y no le convendría una mujer al lado?
Me diría adónde tenemos que ir. ¡No, no! Decido yo solo. Añoro algún amor, Susan..., pero ¡no pudo ser! Prefiero viajar solo.

¿Qué lugar le ha gustado menos?
Italia: bella naturaleza, pero estropeada por los italianos, descuidados, poco pulcros, con las calles sucias... Si he sobrevivido a Italia, ¡puedo sobrevivir a todo! Tal como lo pienso lo digo, no me importa.

¿Y Barcelona..., qué? Glups.
Me disgustan las grandes ciudades, ¡pero Barcelona está bien!: calles amplias, rectas, buenas perspectivas, mucho cielo, y gente muy afable y cordial.

¿Ha padecido algún accidente?
Un camión me atropelló en Argentina y mató a uno de mis perros. Tras dos años en silla de ruedas, casi desahuciado... ¡conseguí volver a rodar en bicicleta!

Habrá que condecorarle a usted por su tenacidad.
Me gusta esforzarme, ¡adoro cansarme! Agotarme me hace sentirme bien.

¿Qué lugar le ha complacido más?
Siberia y Alaska, por sus amplias extensiones y su frío gélido.

¿Qué opinan hoy sus médicos?
"¡Milagro!", dicen. Yo solamente les explico que vivir es más difícil que dejarse morir. Y que yo prefiero lo difícil.

                                                                       'Globecycle'
        
    El hombre deja la bicicleta custodiada y sube a la redacción del diario. Le atiende la colega Margarita Puig, a la que le explica esto: "Me llaman Globecycle, llevo cinco vueltas al mundo en bicicleta y quiero contar mi historia". Margarita me envía su contacto, en un hotel de Barcelona: el ciclista se aloja gratis en hoteles -¡él y sus dos perros!-, que le aceptan porque valoran su aventura y su misión. Converso con él, concluyo que su historia podría inspirar a alguien, y por eso la publico. Es un hombre serio, robusto, vigoroso, con determinación en la mirada. Me enseña una cicatriz similar al mordisco de un tiburón en el costado derecho. Cuenta sus cosas en randy@randolph-westphal.de.


    Si te apetece saber más sobre las ventajas de encarnar nuestros sueños y sobre cómo empezar a ponerlos en marcha, encontrarás más detalles en el siguiente link:
  
  
  

LARY LEÓN, UN EJEMPLO PARA APRENDER A SENTIRSE MÁS ALLÁ DE LAS LIMITACIONES


           Para salir de los más enrevesados enredos es conveniente tener presente tres cosas: dónde me encuentro-el punto de partida-, a dónde quiero llegar-sentir en todo momento el horizonte al que apuntamos disipa la neblina más espesa- e ir en busca de nuestra fuerza interior, que además de propulsarnos da sentido a nuestro camino. Con estos tres “ingredientes” cualquier ovillo se desenreda o se rompe.


            Lary León nació con un gran enredo para ella y su familia: vino al mundo sin brazos y con solo una pierna. Sin embargo, eso no les amilanó, tuvieron presente en todo momento los tres ingredientes anteriores, y con el horizonte puesto en que Lary pudiese desplegar una vida plena iniciaron un camino de grandes sorpresas para su entorno y para una sociedad que ignora que una limitación física no tiene porqué limitar a la esencia que todos somos. Lary empezó a verter esa esencia en su sonrisa y a convertirla en amor por la vida. El tercer ingrediente, la fuerza interior en marcha, le ha llevado a descubrir la belleza en su situación, imaginando ser y de alguna manera encarnando, según sus propias palabras, a una sirena: “mis muñones son aletas y mi única pierna la cola de la sirena”. Si crees que esto es puro conformismo, te invito a escucharla en la siguiente entrevista:


            ¿Qué te parece …? ¿Por qué una persona  puede expresar con tanta facilidad su fuerza interior y otras no …?  Suponiendo que Lary lo tenga como un don, ¿qué pasa con los que no nacen con él?, ¿no debería ser una prioridad educativa enseñar a conectar con nuestra esencia en todo moment, para poder así no quedar encerrados en nuestras limitaciones? Para ello es necesario que en las escuelas y en las casas hablemos de nuestro mundo interior y su riqueza, más allá de lo que pueda decir una determinada cultura, nuestra esencia está por encima de todas las creencias.
            El primer problema que nos viene a la mente, para conseguir llevar a cabo este ambicioso proyecto, es nuestra propia falta de preparación como educadores para conectar con nuestra esencia y luego explicar el cómo hacerlo. Por eso, es necesario que antes vayamos aprendiendo nosotros. ¿Te parece muy difícil …? Cuando las fuerzas flaquean no hay nada como un buen ejemplo de vida; te dejo para animarte con el de Lary, quien nos desvela el secreto de su sonrisa en la siguiente entrevista que Ima Sanchís le hizo en la sección de “La Contra” de la “Vanguardia”. ¡Felices encuentros con tu esencia!


Tengo 39 años. Nací en Guadalajara y vivo en Madrid con Xabi desde hace 18 años. Licenciada en Periodismo, dirijo un programa de televisión. El mundo y el día a día se mueven por las personas, así que creo en ellas y no en los partidos; y en la reencarnación y en el destino


¿Cuántas veces se ha reencarnado?
Unas cuantas, pero creo que esta es la última. Míreme…
Todos nacemos de una manera determinada para traer algo, enseñar algo y aprender algo. Yo nací sin brazos y sin una pierna y he venido al mundo para sonreír, para enseñar a otras personas que lo importante es lo que llevamos dentro.

Es un gran destino.
Yo no creo en las discapacidades, todos somos capaces de algo. Me siento una privilegiada porque he descubierto para qué sirvo y lo disfruto: llevo felicidad a los niños enfermos que están ingresados en los hospitales y consuelo a sus familias…
Y tengo claro que en otra vida fui sirena.

¿Una sirena?
Los muñones son mis aletas, y mi única pierna, mi cola de sirena. Crecí con esa fantasía, quizá por darle una explicación a la forma de mi cuerpo o porque desde que me bañé la primera vez en el mar, a los seis meses, sentí que el agua era el origen de mi existencia.

Hábleme del día que llegó al mundo.
Nadie sospechaba cómo era, entonces no se estilaban las ecografías. Fui una sorpresa para mi padre y para los médicos, que no sabían qué hacer conmigo, y sigo siendo una sorpresa para muchas personas.

¿Cómo reaccionaron sus padres?
Mi padre, el primero en verme, se quedó paralizado, pero gracias a él todo evolucionó. Buscó los mejores médicos para que todo fluyera y pudiéramos seguir adelante.

¿Su madre?
Pasaron días y nadie le enseñaba su hija porque no sabían si saldría adelante. Estaba muy nerviosa, pero cuando por fin me vio dijo: "¡Pero si eres la cosa más linda de este mundo! ¿Cómo no iba yo a venir a buscarte?". Las enfermeras rompieron a llorar.

¿Sus hermanos?
Con autenticidad. Pero Joaquín, que tenía 14 años, el más tímido, el mayor de los cinco, me quiso desde el primer momento. "Pajarito sin alas", me llamaba.

¿Y a partir de ahí?
Coraje y normalidad. Yo también traje algo de serie, tenía ganas de ser independiente y alegría, les pedía que me dejasen caer y escribir con el pie. Formamos un equipo perfecto, y ese es el secreto de mi infancia.

  ¿Feliz?
Muy feliz a pesar de todas las operaciones, porque nací con el limbo invertido, la cadera no se sujetaba y tuvieron que poner-me prótesis que dieron muchos problemas.

¿Le pusieron brazos ortopédicos?
Sí, hasta que a los 10 años conseguí convencerles de que no quería llevarlos. Me defiendo mucho mejor sin ellos; pesaban muchísimo y me ocasionaban rozaduras.

¿Cómo fue el colegio?
Me lo pasé pipa. No hubo ningún problema porque escribía con los brazos ortopédicos, con los muñones y con el pie; y lo que podía ser una dificultad era una ventaja porque todas las niñas intentaban hacer lo que yo.

Entonces, algo de maga tiene.
Se trata de buscar lo positivo a lo que tenemos y a lo que no tenemos. Con la risa, con la magia y con la inocencia de los niños no tuve ningún problema.

A veces son crueles.
Te sueltan lo primero que les viene, pero me encanta. Todos me preguntan: "¿Por qué no tienes brazos?" y "¿cómo comes?...". Se lo cuento y se olvidan de que no tengo brazos.

Antes, a los diferentes se los escondía.
Cierto. Mis padres no lo hacían. La gente se paraba a mirar, se santiguaba. Yo lo veía como un juego, y para que mis padres vieran que no me influía, saludaba con el pie o con los muñones, y eso también transforma la reacción de la gente.

No todo debió de ser tan bonito.
Hay morbo, pero con tenerlo claro y pensar que quien no lo hace mejor es porque no sabe, el resto se suaviza con una sonrisa y la actitud.

Es usted una caja de sorpresas.
No tiene tanta importancia. La mía no es una historia de superación porque yo he nacido así, no he superado nada. En la universidad todo el mundo se copiaba mis apuntes, tengo una letra bonita.

¿Cómo fue la universidad?
Bien. Creo que como uno se sienta hace sentir a los demás. De niña quería ser locutora de radio y lo conseguí. Y ahora, dirigir el canal de televisión para niños hospitalizados es un lujo, porque tiene mucho que ver con mi infancia. Puedo darles lo que yo no tuve.

¿Qué se lleva de ellos?
La maravilla de la esperanza y la inocencia.

¿Temía no encontrar pareja?
Nunca me lo planteé, me dejaba fluir y siempre he tenido un montón de amigos. En realidad, en la vida todo tiene sentido; hasta el médico que le dijo a mi madre que yo pasaría mi vida en una silla de ruedas, porque les empujó a luchar.

¿Qué ha sido lo difícil?
Todavía no me lo he encontrado. De pequeña veía que las niñas no eran como yo, pero no me sentía ni menos ni más, sabía sacar ventajas de mis diferencias: si me cansaba de hacer los deberes con los muñones, los hacía con el pie. La vida es como un juego.

Buena filosofía.
No quiero ir de happy flowers, pero es que he tenido la suerte de nacer así. Me gusta que alguien me vea y se diga: "Si esta está sonriendo, ¿por qué no voy a sonreír yo?".


   Si te ha sabido a poco la entrevista, te invito a escucharla en otra, esta vez radiofónica. Oír su voz es otra manera de sentir su esencia, disfruta de su aroma haciendo clic en lo siguiente: